jueves, 24 de marzo de 2016

"MUSTANG": SER MUJER HOY EN TURQUÍA

Mustang, de la realizadora franco-turca Deniz Gamze Ergüven, es el relato de la emancipación de cinco hermanas adolescentes, crecidas en un pueblo remoto de la Turquía actual, la misma que reprime la libertad de prensa entrando a golpe de metralleta en las redacciones y obligando a los periodistas a cambiar los textos y la misma a la que la Unión Europea va a pagar cantidades fabulosas de dinero para que le haga el trabajo sucio –a golpe de expulsiones y campos de internamiento- de arreglar el problema de los refugiados y migrantes que huyen de países con guerra o hambruna soñando con una Europa que, a todas luces, no existe. Esa misma Turquía donde, en muchos rincones, las mujeres siguen siendo propiedad de los hombres.

La Turquía de Erdogan, que lleva trece años en el poder, es cada vez más conservadora y las mujeres están cada vez más amenazadas por ese conservadurismo galopante. Según cifras oficiales, entre 2002 y 2009 los asesinatos de mujeres aumentaron un 1.400%, en marzo de 2015, un estudio del semanario francés Le Point cifraba en 294 el número de mujeres asesinadas en Turquía en 2014.

Mustang es una película valiente, caústica y sincera, que viene cosechando aplausos y premios desde que se presentó en el Festival de Cannes 2015. Una obra de arte que puede exhibirse como una enseña en días como los recientes, cuando oficialmente se habla de homenajear a las mujeres, y muy especialmente a las mujeres trabajadoras, y se reivindican derechos fundamentales como la libertad, la dignidad, la igualdad, el derecho a decidir y el de negarse a situaciones impuestas de dominio (se llame matrimonio o proxenetismo, e incluso situaciones más banales como poder conducir un vehículo, tener una cuenta corriente o entrar sola en un bar).

En un remoto pueblo de Turquía situado al borde del mar Negro, cinco hermanas adolescentes y casi idénticas, tanto que juntas forman un grupo homogéneo con sus melenas al viento, sus uniformes de colegiala y sus risas incontrolables (un recuerdo inevitable para las muchachas en flor de Marcel Proust y las vírgenes suicidas de Sofía Coppola), crecen en una familia obsesionada con la tradición, y fundamentalmente con la conservación de la virginidad de las mujeres hasta el matrimonio. Huérfanas, perdieron a sus padres en un accidente, de la educación de las chicas se ocupan una abuela bastante tolerante y un tío modelo patriarca, represor, machista y quizá también abusador.

El día que algunos vecinos del pueblo se quejan de haber visto a las chicas regresar de la escuela jugando con muchachos de su edad empiezan a aumentar las prohibiciones, hasta que la casa familiar se convierte para ellas en un auténtica prisión a la que la intransigencia del tío va añadiendo rejas y candados y en la que, en la práctica, viven secuestradas. La obsesión de la abuela es casarlas, incluso antes de la edad legal, para lo que intenta servirse de parientes y amigas que le buscan candidatos. Las niñas consiguen transformar su cárcel en un refugio, desde el que defenderse, juntas en una piña, contra un mundo exterior e insidioso, hecho de cotilleos, rumores y acusaciones.

La lucha de las hermanas por su libertad es “un magnífico y conmovedor pulso entre el pasado y el presente”. De distintas maneras, las cinco hermanas consiguen romper la opresiva cadena de la tradición castradora. Las protagonistas, mayoritariamente actrices no profesionales, consiguen el toque de frescura que la realización exigía para no convertirse en una historia más de países intolerantes con las mujeres. La belleza del relato está en la fuerza con que las niñas se enfrentan al obscurantismo cultural, idéntica a la que oponen a la doma los “mustangs”, esos caballos originarios del noroeste americano, sinónimos de libertad, que corren salvajes por las llanuras, y que los hombres cazan para amaestrar.

Ilsa Lund (Fuente: Crónica Popular)


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