martes, 1 de marzo de 2016

DRAMA Y EFERVESCENCIA EN LA VANGUARDIA RUSA



La Albertina de Viena muestra obras maestras de Chagall a Malevich

En ningún otro momento de la historia del arte proliferaron, con tal rapidez e intensidad, escuelas y asociaciones artísticas como en la década transcurrida entre 1910 y 1920, y cada uno de esos colectivos tuvo su propio programa, si bien todos se dirigieron a combatir tradiciones.

Uno de los escenarios de aquella gran efervescencia creativa de comienzos del siglo pasado fue Rusia, y a las obras maestras de grandes artistas de aquel periodo la Albertina vienesa les dedica hasta el 26 de junio la muestra “Chagall to Malevich. The Russian Avantgardes”, que incluye trabajos de Mikhail Larionov, Natalia Goncharova, Kazimir Malevich, Kandinsky o Marc Chagall, es decir, recorre el desarrollo dinámico de las vanguardias en el país desde el primitivismo al cubofuturismo y el suprematismo, y, en línea paralela, rastrea la evolución del expresionismo figurativo a la abstracción pura.

El objetivo de la muestra es que el público austriaco pueda experimentar las tensiones visuales inherentes a esta fase del arte ruso, que se nutrió de la influencia de vanguardias europeas como el fauvismo y el cubismo a través de trabajos de Van Gogh, Matisse, Picasso y Braque y que también incorporó rasgos del folclore y la tradición pictórica del país.

Buscando una pintura pura y una abstracción llevada al límite, los artífices del suprematismo (Kazimir Malevich, Ivan Kliun u Olga Rozanova) y los del constructivismo (El Lissitzky, Rodchenko) tuvieron en común con creadores figurativos que cultivaron formas más tradicionales (Marc Chagall, Boris Grigoriev, Pavel Filonov) su intento de romper, hasta allí donde pudieran, con el pasado; los primeros tratando de negarlo radicalmente, los segundos haciendo referencia a él.

Otro de sus propósitos claros fue alcanzar una síntesis entre el arte moderno de Europa Occidental y las expresiones folclóricas de la Oriental, generando en ese camino los movimientos artísticos independientes que antes mencionamos: neoprimitivismo, rayonismo, cubofuturismo, suprematismo y constructivismo.

En ocasiones, el estalinismo sofocó sus manifestaciones; otras veces orientó a sus creadores hacia el realismo socialista.

La mayor parte de los artistas ligados a estas tendencias tomaron fuerza en sus posiciones de vanguardia cuando Lenin inició la revolución de 1917 e identificó al partido comunista como “vanguardia de la clase obrera”. Muchos recibieron con entusiasmo los postulados bolcheviques, contemplándose a sí mismos como innovadores futuristas: fue el caso de Larionov, Goncharova, Malevich, Popova, Exter, Chagall, Kandinsky, Lissitzky y Rodchenko.

La caída de las vanguardias coincidió con la llegada de Stalin al poder en 1924, que fue precedida por la emigración de Chagall a París y de Kandinsky a Weimar, para formar parte de la Escuela Bauhaus, a inicios de los años veinte.

En 1932 aquella primera unión simbólica entre el estado soviético y las vanguardias llegó definitivamente a su fin: los grupos y organizaciones que no comulgaran con el realismo socialista fueron obligados a disolverse. El suprematismo de Malevich fue condenado como una degeneración formalista, se cerraron sus exposiciones y muchos artistas fueron detenidos o perseguidos.

La utopía de una nueva sociedad que en el 17 fue acogida con euforia y la puesta en marcha de un espíritu artístico vanguardista que pudiera extenderse a la vida cotidiana se derrumbó.

La exhibición de la Albertina ilustra la extraordinaria variedad de tendencias estéticas, lenguajes formales y teorías surgidas entonces, la llamada “simultaneidad de lo no silmultáneo” que mencionó Bloch, y también atiende a las actividades educativas que estos artistas iniciaron.

La muestra ha sido organizada en colaboración con el State Russian Museum de San Petersburgo.

Fuente: masdearte









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