viernes, 20 de febrero de 2015

LIBRO "AMOR Y CAPITAL. KARL Y JENNY MARX Y EL NACIMIENTO DE UNA REVOLUCIÓN"

Amor y Capital. Karl y Jenny Marx y el nacimiento de una revolución
Mary Gabriel.
Traducción Josep Sarret
El Viejo Topo

Desde una perspectiva infrecuente… pero justa y necesaria


Ocho páginas de bibliografía, unas 100 páginas de notas, 837 páginas en total. Asusta un poco pero… ¡no se lo pierdan! Si inician la lectura, no podrán dejarla.

¿Y de qué va? De la biografía de alguien que era considerado hasta hace poco un perro muerto, el inspirador de campos de concentración y delirios autoritarios. ¿Quién habla de él en estos términos en la actualidad? Miren lo que escribía John Thornhill, en el Financial Times del 28 de diciembre de 2006: “el reciente desarrollo de la mundialización que, desde muchos puntos de vista, recuerda a la época de Marx, ha conducido sin ninguna duda a un interés renovado por su crítica al capitalismo (…) ¿Cómo puede ser que el 2% más rico de la población adulta posea más del 50% de la riqueza mundial mientras que la mitad más pobre no posea más que el 1%? ¿Cómo se puede comprender el capital sin leer Das Kapital?”.

¿Quién es, quién era este autor imprescindible que debe ser leído para comprender lo que está sucediendo en nuestro mundo un siglo y medio después de publicar su gran obra, un libro de unas 2.000 páginas que le exigió 20 años de estudio, escritura e investigación? Lo mejor en estos casos es tomar pie en informaciones de espías al servicio de la propia familia. A sueldo, en este caso, del cuñado, del hermanastro de Jenny, entonces ministro del Interior de Prusia, Ferdinand von Westphalen, un tipejo de mucho cuidado. Sólo la inmensa generosidad y amor de Jenny puede explicar el cuidadoso trato que ella le dispensó.

El informe del espía: “Lleva una existencia de intelectual bohemio. Lavarse, arreglarse y cambiar las sábanas no son cosas que haga muy a menudo, y le gusta emborracharse… No tiene horas fijas para irse a dormir o para levantarse.. [como padre y esposo] es el más dulce y afable de los hombres… Marx vive en uno de los peores [el SOHO londinense] –y por tanto más baratos- barrios de Londres. Ocupan dos habitaciones… En todo el apartamento no hay ni un solo mueble sólido y en condiciones. Todo está roto y andrajoso, con un dedo de polvo en todas partes y el mayor de los desórdenes. En medio de la sala de estar hay una mesa grande y pasada de moda, cubierta con un pedazo de hule, sobre la cual están sus manuscritos, sus libros y periódicos, y también los juguetes de los niños, y retales del costurero de su esposa, varias tazas con los bordes mellados, cuchillos, tenedores, lámparas, un tintero, vasos de whisky, pipas de cerámica, ceniza de puro, etc. En una palabra, todo patas arriba y en la misma mesa… Sentarse se convierte en una cosa peligrosa. Una de las sillas solo tiene tres patas, en otras los niños juegan a cocinas; esta última parece tener cuatro patas y es la que suele ofrecerse a las visitas pero los restos del juego de los niños no se han retirado y si uno se sienta en ella puede echar a perder sus pantalones…. De vez en cuando se produce una animada y agradable conversación que hace olvidar las carencias domésticas y hace tolerables las incomodidades. Uno se acostumbra a aquella compañía y la acaba encontrando interesante y original. Este es un auténtico retrato de la vida familiar del comunista Marx”.

¿Y qué denunciaba este comunista que decía no ser marxista? En 1888, cinco años después de su fallecimiento, Tussy (Marx: “ella soy yo”), su hija menor, lo explicaba así tras visitar el Londres obrero, el East End, donde daba charlas. Lo hacía en carta a su hermana Laura:

“No puedo contarte todos los horrores que he visto. Es una pesadilla de la que no puedo librarme. La veo de día y sueño con ella por las noches. A veces me siento inclinada a preguntarme cómo puede uno vivir rodeado de tanto sufrimiento. Hay una habitación especialmente que no puedo quitarme de la cabeza. ¡Una habitación! Una bodega oscura en el sótano. En ella una mujer sobre un saco y un poco de paja, el pecho medio consumido por el cáncer. Está desnuda excepto por un viejo pañuelo rojo que le cubre el pecho y por un trozo de vela que le cubre las piernas. A su lado, un niño de tres años y otros cuatro niños. El mayor de nueve años. Pero este es solo un caso entre miles y miles.”

Así, pues, dirán una biografía más del clásico. ¿No hay otras muy importantes? ¿No hay ya ensayos imprescindibles? Sin duda, entre otros los de Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey. Pero esta biografía tiene una característica especial que merece ser destacada: está escrita desde una perspectiva singular, desde un corazón y una mente que fijan su atención desde la primera línea en una gran olvidada, en Jenny Marx. Sin Jenny, Marx no hubiera podido hacer nada. Nada de nada.

En síntesis, un libro, un gran libro, un libro imprescindible que desde que se empieza a leer sabe uno, sobre todo si es una, que va a releerlo en más de una ocasión. Un clásico entre las biografías de uno de los grandes clásicos de la emancipación humana: el compañero de Jenny, el padre de Tussy. Gracias Mary Gabriel.

Reseña de Salvador López Arnal

Publicado en el Nº 281 de la edición impresa de Mundo Obrero febrero 2015

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