viernes, 22 de enero de 2010

ARTÍCULOS DE 1950 SOBRE LA POLÉMICA DEL LIBRO "LOS DÍAS TERRENALES", DEL ESCRITOR COMUNISTA JOSÉ REVUELTAS


José Revueltas (México, 1914-1976): Escritor mexicano miembro del Partido Comunista Mexicano (PCM) desde 1938 a 1943, año en el que fue expulsado por sus diferencias con la dirección del partido. En 1948 se había adherido al Partido Popular recién fundado. En el momento de la publicación de Los días terrenales (1949) era candidato a diputado por ese partido. Posteriormente, pidió el reingreso en el PCM en el que fue readmitido hasta abandonarlo en 1961 para fundar la Liga Leninista Espartaco.
A raíz de la publicación de Los días terrenales se suscitó un intenso debate público, en el que muchos intelectuales, muchos de ellos antiguos compañeros del PCM y amigos, criticaron con dureza la obra a través de artículos y cartas abiertas, hasta que el propio Revueltas mandó retirar la obra del mercado.


EL ESCRITOR JOSÉ REVUELTAS HACE IMPORTANTE ACLARACIÓN*

Como escritor, como trabajador literario cuya obra ha sido objeto en los últimos tiempos de una amplia discusión, dirijo a cuantos hayan podido interesarse en mi actividad artística esta declaración:
Casi desde mi infancia he sido un militante de la causa del pueblo y, más aún, de la causa del proletariado internacional. A la actividad revolucionaria, tendiente a transformar, en el más alto sentido progresista, las condiciones de la vida humana, he dedicado por largos años mis esfuerzos más decididos y sinceros. Realicé de esta manera, con total entrega de mis posibilidades y capacidades, mi unión con el pueblo, del que soy hijo y en quien reconozco la fuente de todas las energías creadoras y superadoras de la existencia. Al obrar así, supe siempre que no hacía sino cumplir estrictamente con mi deber —el deber de todo hombre— y satisfacer mi natural y más íntima vocación.
En el curso de esta lucha, pude relacionarme honda y estrechamente con mi pueblo, compartir a menudo sus penalidades y tomar de su caudal experiencias profundas y nuevas energías. Fue así como, siendo fundamentalmente un hombre de lucha, concebí la esperanza de expresar, mediante el lenguaje de la creación artística, la vida profunda, generosa y heroica de mi pueblo, que es sustancialmente igual a la de todos los pueblos del mundo.
Mis primeros trabajos literarios fueron el relato de la prisión de los obreros, campesinos e intelectuales revolucionarios —entre los cuales tuve la honra de contarme— en el penal de las Islas Marías.
Más tarde, dedicando mayor empeño a la tarea comenzada, publiqué varios libros —novelas, cuentos— y ensayos dispersos, en los que pretendí mostrar la vasta imagen del mundo mexicano de nuestro tiempo, en su dramática y muchas veces trágica profundidad contradictoria.
Con la publicación de mi más reciente libro, Los días terrenales, que fue motivo en el círculo de mis amigos y compañeros más cercanos, desde antes que se imprimiera, de un sostenido debate, se ha planteado para mí un problema de conciencia ideológica y artística. La presentación de mi obra de teatro El cuadrante de la soledad ha vuelto más apremiante los términos de ese problema.
Soy —he sido siempre— un hombre de principios y de convicciones. No he sido jamás un amateur o un diletante de nada, menos de la política. Mis actitudes en determinados casos podrán ser falsas o erróneas, pero nunca producto de una tendencia al oportunismo o la demagogia, que por naturaleza rechazo. Por otra parte, como escritor reconozco plenamente —como lo demuestra mi producción literaria— que no es siquiera concebible una obra literaria o artística sin tendencia y sin relación inmediata con la realidad.
Por eso —desde el principio—, me preocuparon hondamente las opiniones adversas a mi obra. Máxime cuando esas opiniones —las primeras, más meditadas y objetivas— partían precisamente de aquellos amigos y compañeros de lucha que durante muchos años me han dado pruebas de su amistad y cuyo juicio, por tanto, no podía ser sospechoso de móviles turbios o mal intencionados.
Por esto —y porque soy un partidario convencido de la discusión, como método, el más adecuado, para poner en práctica la crítica y la autocrítica a la que deben estar sujetas todas las actividades humanas y, muy particularmente, las de carácter científico o cultural— decidí pedir a esas personas una discusión detenida y profunda de mi propio trabajo literario, que ampliara y detallara las críticas que hasta entonces se habían hecho.
Esta discusión —solicitada espontáneamente por mí— tuvo lugar durante los primeros días de junio con la participación de mis compañeros y amigos a quienes antes aludí —Vicente Lombardo Toledano y Enrique Ramírez y Ramírez entre ellos— y se desarrolló en un ambiente de clara objectividad, de rigor crítico y de seria preocupación por esclarecer los problemas relativos a la naturaleza de la actividad cultural creadora, en nuestro país y en nuestro tiempo.
En el curso de esta discusión he tenido oportunidad de examinar mi trabajo a la luz del pensamiento más avanzado de nuestro tiempo, el pensamiento crítico por excelencia, que es el de los grandes maestros universales del marxismo, y de cotejar mi producción literaria con las enseñanzas y los anuncios de la realidad.
Como consecuencia de este examen, he llegado a la firme conclusión de que las objeciones que en forma sistemática y objetiva fueron hechas a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad, se apoyan en razones fundamentales y ameritan la necesidad de que proceda yo inmediatamente a una revisión radical y exhaustiva de mi obra como escritor.
Es éste, sin duda alguna, el único camino que puedo y debo seguir, una vez que la consideración serena y precisa de las razones críticas sobre mi obra me parecieron dignas de la mayor y más responsable atención de mi parte.
Este es —a mi modo de ver— el único camino que debe seguir todo artista honrado.
En consecuencia, incapaz como soy de una actitud ambigua o vergonzante, deseo manifestar abiertamente mi propósito de llevar a cabo la revisión más escrupulosa y rigurosa de mi trabajo literario, para corregir en él cuanto sea necesario y justo corregir —de acuerdo con las más estrictas normas de honestidad intelectual— y hacerlo digno de las grandes y más lúcidas tradiciones culturales de mi pueblo.
Me propongo analizar a fondo mi obra literaria para ajustaría también —tanto como sea preciso dentro de las normas peculiares del arte, y sin turbación oportunista, demagógica o formulista de ninguna especie— a mi condición de hombre que ha sido, es y seguirá siendo un partidario consciente de la gran causa humana de nuestra época: la causa de la liberación de nuestras patrias oprimidas y de la liberación del hombre en un régimen socialista.
Al obrar así, no tengo interés alguno en acallar las críticas a mi trabajo literario. Al contrario; he acogido esas críticas —las que han sido rectas y autorizadas por la capacidad y la honestidad de quienes las han hecho— con verdadero interés y deseo que se sigan produciendo y publicando, pues estimo que la crítica —cuando es de verdad crítica y no juego de pequeñas pasiones más o menos encubiertas al calor de una fácil oportunidad— constituye un auxiliar insuperable e indispensable del trabajo artístico. Ojalá que el debate en torno a mi obra literaria contribuya a colocar sobre un plano superior el ambiente de la creación artística en México y a establecer para siempre la verdad de que el escritor sólo nace y se desarrolla en vinculación viva y recíproca con el juicio público.
Yo hago frente a la revisión de mi obra con el júbilo de quien no teme a la verdad, sino la desea; y con la absoluta confianza en mi propia voluntad de proseguir, a través de la prueba que hoy afronto, mi aportación a la vida cultural de mi país.
Por todas estas razones, he resuelto rogar a los editores de mi novela Los días terrenales que en atención a mis deseos aquí claramente expresados se sirvan retirar de la circulación comercial los ejemplares de dicho libro.
He resuelto también suplicar a la empresa que puso en escena El cuadrante de la soledad que suspenda las exhibiciones de esa obra.
Por lo mismo, ruego a las personas que se disponían a participar de algún modo en la función especial que iba a llevarse a cabo con motivo del centenar de representaciones del Cuadrante de la soledad, que acepten mis excusas así como mi petición de no llevar a cabo ningún acto de esa índole.
A unos y a otros —pero muy especialmente a los actores de teatro que pusieron tanto fervor en la representación de mi obra— les expreso mi inacabable gratitud. Ellos han triunfado plena, maravillosamente como artistas, aunque yo, en prosecución de la verdad humana, social y artística, deba revisar mi obra.
Pero tengan también unos y otros —y todos— la certeza de que este incidente, que sólo podría parecer anormal a quienes no comprenden que el ejercicio de la vida y del arte impone responsabilidades de tipo superior, será saludable.

José Revueltas México, D.F., 15 de junio de 1950

* El Nacional, 16 de junio de 1950. Apareció el mismo día en El Popular, y el 20 de junio en el Foro de Excélsior.

ACERCA DE LA DECLARACIÓN DE REVUELTAS SOBRE SU OBRA*

El viernes 16 de junio apareció en el diario El Popular una declaración pública de José Revueltas, con la que responde a las reiteradas críticas enderezadas anteriormente sobre su obra, especial¬mente sobre las dos últimas producciones que ha presentado: Los días terrenales y El cuadrante de la soledad.
No obstante que las críticas expresadas alrededor de su obra lo ponían ya en posibilidades de hacerse una profunda y seria autocrítica, aceptando el sentido negativo de la parte fundamental de su producción, Revueltas evade esa obligación y ofrece una revisión que a nada lo compromete, excepto a considerar como un mero incidente desgraciado la producción de las dos obras mencionadas.
Ello se debe a que el escritor toma en cuenta solamente las críticas más benévolas —o sea, aquellas que critican solamente a Los días terrenales y a El cuadrante de la soledad.
Y toda vez que en su declaración Revueltas hace profesión de fe marxista, es necesario hacer notar que, aun con el valor de aceptar algunas de las críticas y de haber abandonado en cierto modo la actitud arrogante de la infalibilidad que antes había adoptado, tal declaración y el carácter que a ella le imprime, no corresponde de manera alguna a un marxista.
La primera crítica seria sobre la obra de Revueltas fue hecha públicamente por el gran poeta comunista Pablo Neruda en el Congreso Continental Americano por la Paz. Entonces Neruda dijo: «Pocas veces como en los casos de Jorge Amado, José Mancisidor o Rómulo Gallegos, esta literatura enraizada en la profundidad de nuestros pueblos ha logrado mostrar el camino de la liberación... Y grandes escritores profundamente nuestros como Graciliano Ramos, del Brasil; como Jorge Icaza, de Ecuador; como José Revueltas, de México..., insisten en destacar la tenebrosa selva de nuestra América negra, sin mostrar la salida a la luz, que, sin embargo, nuestros pueblos conocen».
Cuando esta crítica fue dicha por el autor de «Canto General de Chile», acompañada de una recia y certera autocrítica, Revueltas estaba a punto de poner al mercado Los días terrenales. Las observaciones de Neruda hubieran bastado para que el escritor meditara antes de poner ese libro en circulación. Sin embargo, la respuesta fue manifiestamente arrogante: se puso en circulación Los días terrenales y escribió, posteriormente, El cuadrante de la soledad, obra teatral también regida por el tipo literario de la anterior.
A la crítica de Neruda siguieron otras. Casi todas, sin embargo, pecaban de parcialidad y daban de lado al sentido general de la crítica de Pablo Neruda. Eso sucedió, especialmente, con las críticas enunciadas por las personas cercanas en cuanto a amistad y a militancia política a Revueltas, como la carta abierta de Rafael Carrillo [no se ha podido localizar] v la conferencia «Una literatura de extravío» de Enrique Ramírez y Ramírez, las que solamente se referían a Los días terrenales.
Revueltas tomó el camino fácil, no sin antes dudarlo mucho, de aceptar esta crítica parcial con algunas reticencias y por ello su posición es la de considerar como un mero incidente desgraciado la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, característica acentuada cuando justifica su obra anterior, al señalar que su producción literaria tiene «una relación inmediata con la realidad».
Pero lo que Revueltas olvida es que no solamente sus últimas obras están en discusión, sino toda su producción literaria. Que la ofensiva de la burguesía ha hecho más urgente la vigilancia de los sectores revolucionarios sobre los artistas. Y no es extraño que ahora se encuentra que obras de Revueltas que antes parecieron positivas o revolucionarias, resultan hoy, precisamente, trabajos de un contenido profundamente reaccionario y decadente, apegado en forma precisa a la filosofía más reaccionaria de la burguesía: el existencialismo.
Precisamente hoy, cuando la ofensiva de la burguesía se recrudece, es cuando Revueltas presenta como producciones suyas Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que se amoldan perfectamente a los gustos y a las tendencias que pretende imponer el capitalismo en podredumbre y descomposición. No cabe duda que Revueltas responde en estas obras a la influencia de la burguesía, a su presión ideológica, hacia la cual ya mostraba, no solamente inclinación, sino afiliación, en sus obras anteriores.
Y no solamente en sus obras queda demostrado que Revueltas estaba ya dentro de las tendencias filosóficas y sociales de la burguesía, sino aun en sus intervenciones de tipo político, desde mucho antes de la producción de Los días terrenales y El cuadrante de la soledad. Escuchémosle hablando en la Conferencia de Mesa Redonda, convocada por el licenciado Lombardo Toledano, en 1947: «Es evidente así que mientras la burguesía no se convierta en una burguesía antinacional, el proletariado no puede plantearse el arrebatarle la dirección de la revolución democrática, pues el que la burguesía no haya abandonado sus posiciones nacionales, indicará que el antagonismo entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción, aún no han llegado al punto crítico y la madurez indispensable para que se produzca un cambio».
Aquí está Revueltas combatiendo la tesis marxista de que la revolución democrática debe ser dirigida por el proletariado, y pasando abiertamente al campo de la burguesía. Eso, naturalmente, era ya una posición ideológica, que también se reflejaba en sus obras, llenas de desesperanza y reflejando la «inmadurez del proletariado» y del pueblo mexicano, presentándolos como un conjunto degenerado de hipócritas, perversos, fatalistas, homosexuales, lesbianas, y con todo lo sucio, asqueroso y perverso de la humanidad concentrado en sus personajes de los que quería hacer Revueltas reflejos de nuestro pueblo. A ese pueblo que presenta Revueltas, a esos obreros y campesinos, es natural que los tiene que dirigir la burguesía, pues ellos no son capaces, no ya de dirigir, ni siquiera de actuar en ninguna forma positiva.
Pero ni ése es nuestro pueblo, ni ésos los obreros y campesinos de México. Y sobre todo, los comunistas que presenta Revueltas no son, desde luego, los miembros de nuestro Partido. Revueltas nos calumnia; esos degenerados no son ni fueron nunca comunistas, son simples degenerados.
Es claro que el escritor no produce obras iguales en el curso de su trabajo artístico. Por ello Revueltas presenta hoy Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, que son la culminación del proceso de degeneración ideológica, artística y política.
Desde Los muros de agua, El luto humano, hasta Los días terrenales y El cuadrante de la soledad, todo es una misma línea filosófica y artística, una sola corriente literaria: aquella que usa del cieno para pintar sus imágenes; que hurga entre lo más podrido de la humanidad para extraer sus personajes; que remueve las llagas de la sociedad capitalista para forjar sus escenas; que presenta un panorama cerrado v oscuro, sin ninguna posibilidad de cambio; que presenta a los comunistas como seres abyectos, receptáculo de todas las bajas pasiones, las miserias físicas y morales de la sociedad capitalista. Esta escuela se llama existencialismo, es la ideología de la burguesía decadente, utilizada magníficamente por los mercaderes de la guerra para envenenar a las masas y aplastar todo espíritu de lucha.
Si Revueltas tiene una actitud sincera ante la crítica, en primer lugar habrá de reconocer que su obra, lejos de ser revolucionaria, es opuesta totalmente a las necesidades, a los principios y a los objetivos de las fuerzas revolucionarias, y especialmente del proletariado mexicano. Debe rechazar la ideología de la burguesía, de la cual se encuentra impregnada su obra, y que lo ha hecho pasar del materialismo dialéctico y del realismo socialista a la metafísica reaccionaria y al existencialismo.
El deber de todo artista revolucionario de México es comprender que las masas quieren ver en sus obras la encamación de sus luchas y aspiraciones; que no puede ir a remolque de los acontecimientos, sino encontrarse en las primeras filas de la clase obrera y del pueblo, y que servir a éstos es el elevado propósito y la primordial tarea de todo artista democrático y revolucionario.
El deber de todo artista revolucionario de México es nutrir su arte con la rica tradición artística de nuestro pueblo, tradición que se expresa de manera directa en lo valioso de la plástica moderna de México.
El deber de todo artista revolucionario de México es combatir las influencias del arte de la burguesía decadente que tienden a deformar la conciencia de clase de los trabajadores y el sentido artístico del pueblo.
El deber de todo artista revolucionario de México es oír y expresar la voz de la clase obrera y del pueblo; expresar cómo es la vida de las masas y cómo debe ser, cómo luchan y cómo deben luchar.

* La Voz de México (órgano del PCM), 30 de julio de 1950 (artículo no firmado).

Fuente: Ediciones UNESCO, 1996

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