miércoles, 4 de marzo de 2009

"CHE: GUERRILLA"

Título original: Che: Guerrilla
Director: Steven Soderbergh
Intérpretes: Benicio del Toro, Franka Potente, Benjamin Bratt, Lou Diamond Phillips, Édgar Ramírez, Catalina Sandino Moreno, Demián Bichir, Óscar Jaenada, Rodrigo Santoro, Douglas J. Aguirre, Rob Alicea, Mariesé Alvarez, Carlos Bardem, Matt Damon, Joaquim de Almeida, Ramón Fernandez, Eduard Fernández, Jordi Mollá, Jesús Carroza
Guión: Peter Buchman, Steven Soderbergh
Fotografía: Steven Soderbergh
Música: Alberto Iglesias
Año: 2008
Duración: 140’
País: Estados Unidos
Productora: Coproducción USA-España; Focus Features / Wild Bunch / Morena Films / Estudios Picasso / Laura Bickford Productions / Section Eight

Segunda y última entrega de la versión propuesta por Soderbergh para narrar las experiencias del Che en sus dos principales campañas, Cuba y Bolivia. Y lo primero que sorprende es la desconexión (casi absoluta) entre ambas, una pequeña brecha temporal que se convierte en un abismo de mutación del personaje. Nada se habla de otras importantes campañas acometidas entre las que abarca la historia, como la del Congo, y que nos ayudaría a entender el cambio. Quizá fuera demasiado, así que nos tenemos que conformar con la lectura parcial de la carta que el Che deja a Fidel presentando su definitiva dimisión como miembro del gobierno cubano para entender el cambio y sus motivaciones. Aunque no es menos cierto que la laguna temporal se convierte en la excusa perfecta para exponer de muchas maneras el enorme contraste entre ambos capítulos, basándose en la incuestionable diferencia entre la victoria y la muerte.

El aséptico enfoque ofrecido en la primera parte se mantiene, y sigue percibiéndose una nula interpretación moral de las fuentes de información. El guión es más lineal, y la fuerza del mismo reside ahora en la angustia de una muerte anunciada, dejando para tiempos más felices la representación en profundidad de esos carismáticos personajes del periplo cubano. La historia se antepone en este caso a los personajes, y se acentúa con ello la sensación de semi-documental. Las interpretaciones pierden peso relativo, pese al elenco de actores, aunque Del Toro vuelve a bordarlo con la sobriedad de su actuación. Se echa todo el peso a la espalda y transmite a la perfección el paso de un Che enérgico y políticamente muy expresivo a un Che guerrillero de profesión. Sinceramente poco más se puede decir del resto.

Y, por el contrario, la realización obtiene aquí la máxima importancia posible. Cuando en la selva cubana la cámara nos permitía sentir que podíamos avanzar tres o cuatro metros más para acercarnos ese poquito a la victoria, ahora la sensación de acorralamiento es permanente. Aquellos planos cortos por encima de la cabeza dejan paso a primeros planos a la altura del pecho, siempre mirando hacia dentro del grupo y con el movimiento propio de cámaras subjetivas, culminado con la propia muerte del protagonista. Excelentes recursos los aplicados en este campo para exponer los contrastes mencionados.

Personalmente, me resulta más interesante esta segunda parte por varias razones. La primera es que se cuenta una parte de la historia menos conocida para el gran público, bastante menos mediática que la revolución cubana. Y la segunda es que se explican bastante bien las dificultades y diferencias que se encontraron en Bolivia con respecto a lo visto en Cuba, como la participación de Estados Unidos o la negación de apoyo por parte de la población campesina.

A destacar en lo negativo la simplificación que se puede deducir al final: victoria o muerte, éxito o fracaso, en definitiva: lo que perdura en el presente o lo que yace en el pasado. Pero bueno, no esperaríamos mayor espiritualidad en los tiempos que corren…

Alejandro Alvarez Pérez

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